CÓMO LEER LA BIBLIA

« ¿No habéis leído?… ¿No habéis leído?… Y si supieseis qué significa» (Mateo 12:3-7).

Los escribas y fariseos eran ávidos lectores de la ley. Estudiaban los libros sagrados continuamente, escudriñando cada palabra y letra. Tomaban nota de cosas muy poco importantes, como cuál era el versículo que se hallaba a la mitad del Antiguo Testamento, cuántas veces aparecía una determinada palabra, e incluso cuántas veces aparecía una letra, el tamaño de la letra y su posición concreta. Nos han dejado montones de notas sobre las meras palabras de las Sagradas Escrituras. Para el caso, podían haber hecho lo mismo con cualquier otro libro, y la información habría sido tan importante como los hechos que habían tan industriosamente escogido concernientes a la letra del Antiguo Testamento.

Eran, sin embargo, intensos lectores de la ley. Organizaban una discusión con el Salvador sobre un asunto concerniente a esta ley ya que la conocían perfectamente, y estaban siempre listos para usar su conocimiento como un ave de rapiña utiliza sus garras para rasgar y desgarrar. Los discípulos de nuestro Señor habían arrancado algunas espigas de trigo, y las restregaban entre sus manos. De acuerdo con la interpretación farisaica, restregar una espiga de trigo era una manera de trillar, y, como era pecado trillar en sábado, debía serlo también restregar una espiga o dos de trigo cuando uno estaba hambriento un sábado por la mañana. Este era su alegato, y con ello y con su versión de la ley del sábado, se acercaron al Salvador. Jesús solía llevar a menudo la guerra al campo del enemigo, y así lo hizo en esta ocasión. Fue a su propio terreno y les dijo: « ¿No habéis leído? » Esta era una pregunta muy cortante para los escribas y fariseos, aunque aparentemente no hay dificultad alguna en ella. Era la pregunta más natural y correcta que podía hacerles. ¡Ah, pero el hecho es que se la planteó a ellos! « ¿No habéis leído? » « ¡Leído! », podían haber dicho, ¡Cómo! ¡Nosotros hemos leído la ley muchas veces! ¡La leemos siempre! ¡Ningún pasaje escapa a nuestros ojos críticos!” Pero nuestro Señor vuelve a plantear la pregunta otra vez: « ¿No habéis leído? », como queriendo dar a entender que no la habían leído nunca, aunque, como sabemos, eran los mejores lectores de aquel tiempo. Lo que les estaba insinuando era que no la habían leído nunca, y de paso les dio la razón por la cual les había preguntado si la habían leído. Les dijo: «Si supieseis qué significa», como queriendo decir: «No la habéis leído porque nunca la entendisteis. Conocéis las palabras, habéis contado las letras y habéis marcado la posición de cada versículo y palabra, y sabéis muchas cosas acerca de cada libro, pero no tenéis ni idea de cómo leer, porque no habéis aprendido cómo hacerlo; no entendéis, por lo tanto se puede decir que no leéis. Sois simples ojeadores o contempladores de la Escritura. No la habéis leído porque no la comprendéis». Este es precisamente el primer punto de esta disertación.

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